5.09.2011





Despertó del sueño, acalorado y sudoroso; con los poros abiertos ante el miedo. La cama aún albergaba esa sensación hostil, que lo había atrapado durmiendo, difícil de extirpar del cuerpo. Paso a paso fue revirtiendo el contenido de la pesadilla; primero, tanteando los límites más cercanos; luego, irguiendo el peso de su espalda, hacia las piernas. La distancia hasta el baño, se hacía insostenible; arrastrando sus pies, aún dormidos, pudo alcanzar el lavamanos, para vaciar el agua de las palmas sobre su rostro. El espejo lo reflejaba cansado; pálido; con dos huecos terrosos debajo de los ojos, que lo hacían indescriptible. Entonces recordó la pesadilla, en espasmódicas fracciones de segundos; entre los gritos y las súplicas de una mujer. De pie, con su mirada perdida junto a la puerta del baño, trató de retener alguna imagen; pero todo caía dentro de ese mismo ensueño. El sabor del peligro, aún rondaba sus vísceras; cansado; anestesiado de vida; solo pudo volver sus pasos, para dejarse caer, sobre las sábanas azules del lecho.